miércoles, 14 de diciembre de 2011
¡Bendita la firmeza sin alardes y todas las virtudes que te hicieron llama!
El pecho de la Libertad está llorando su lágrima infinita, mientras se quema en la cólera sublime de su dolor por la muerte de un ángel; porque son ángeles de Luz todos los seres que salen a encender con los fuegos generosos de su amor a la vida -esas oscuridades indecentes de cualquier forma de esclavitud donde el miedo deja morir la honra para salvar la existencia miserable y degradada del sometido.
Laura Pollán Toledo, ha muerto. Su salud, ya de por sí afectada, se quebró bajo el azote de las reiteradas golpizas que le propinaban las hordas envilecidas de los comisionados de la furia por órdenes del régimen castrista que nunca le perdonó su valentía ni pudo soportar el argumento demoledor de su razón y su inocencia.
Laura Pollán fue un estallido de la justicia que logró, con su pequeño ejército de mujeres y flores, humillar la soberbia del látigo demente con la perseverancia de una lucha que nunca se rindió ante la esquizofrenia del abuso.
Su cuerpo, regresará a la tierra; para fundirse en los procesos naturales de las transformaciones y seguir formando parte de este universo, bajo otras formas de existencia; pero su espíritu –ese guerrero que se sacaba el corazón del pecho para ponerlo a latir por la causa de todos- su Espíritu, seguirá desafiando la cobardía endemoniada de los tiranos, con la pureza incorruptible de sus reclamos incansables; y se multiplicará, en el grito de otras gargantas, para seguir despertando cada fragmento dormido de la conciencia ciudadana con la Estrella de su ejemplo de mujer extraordinaria.
Su espíritu seguirá convocándonos a la rebeldía pacífica por la Libertad y la democracia, hasta que toda Cuba sea un puño cerrado que al conjuro de un solo golpe de justicia haga pedazos la opresión y el crimen.
¡Bendita la firmeza sin alardes y todas las virtudes que te hicieron llama!
Descansa en paz, hermana querida; y recibe estas lágrimas, de Cuba y del mundo, en señal de respeto y agradecimiento por todo ese sacrificio hermoso que te costó la vida.
Por Ernesto Aquino Montes/Colabora con Hablemos Press.
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