Por José Alberto Álvarez Bravo/ Hablemos Press.
La Habana, 25 de mayo.―Luisa Estella Morales, presidenta del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Venezuela, hace declaraciones en La Habana que deben haberle resultado bastante incómodas a las autoridades cubanas.
Doña Estella arribó a Cuba “acompañada de una delegación de magistrados venezolanos para participar en un intercambio del Convenio de Colaboración Bilateral existente entre el Tribunal Supremo de Justicia de su país con su homólogo de la isla”, según un despacho de la agencia EFE, fechado en La Habana el 17 de mayo de 2011 y publicado por el Nuevo Herald.
Es de imaginarse la aquiescencia protocolar entre estas personas y sus pares cubanos, emparentados en el oficio de justificar las marrullerías de los respectivos “presidentes” de Venezuela y Cuba, afanados ambos en permanecer en el poder hasta el fin de los tiempos. Al no poder presenciar los encuentros entre estos colegas, hay que seguir imaginando los esfuerzos desplegados por Doña Estella y su séquito para cultivar amplias sonrisas en los arrugados labios de los gobernantes cubanos.
En un aparente desliz, la respetable señora dijo algunas frases que, también dando rienda suelta a la imaginación, deben haber congelado las sonrisas en algunas añejas bocas. Hasta el mostacho de Don Remigio debe haberse estremecido en un irreprimible tic.
Quizás algunas bocas prudentes le hayan susurrado a la oreja de la ilustre presidenta que tenga más cuidado al mencionar la soga en la casa del ahorcado.
Lo que aduce no entender su ilustrísima presidenta tampoco lo entendemos los cubanos, ni los demás terrícolas vivan donde vivan:
“No entendemos como pueda justificarse un acto que cobre vidas a personas inocentes y que ello no sea juzgado debidamente”, acota la señora Estella.
Por hacer este mismo señalamiento, los disidentes cubanos nos exponemos a todas la modalidades de represión que penden sobre nuestras cabezas, porque mientras Doña Estella se refiere específicamente al doloroso caso del avión de Barbados, nosotros incluimos a las avionetas de Hermanos al Rescate, al yate Río Canímar y al Remolcador 13 de Marzo, por solo citar los casos más conocidos y espeluznantes.
Ajena a lo corrosivo de sus palabras ante personas con un sentido muy peculiar de la justicia, agrega que “hacer la vista gorda” en casos como éste “es un acto de barbarie”.
Parece evidente que algún susurro, fugaz y bien colocado, o algún guiño inteligente y apenas perceptible, enderezó el mal rumbo de las palabras de su señoría chavista. Pisando con más cuidado, no se atrevió a usar en superlativo el adjetivo larga para referirse a la experiencia de los juristas asalariados de la dinastía Castro. Haber dicho “larguísima” podría haber sido interpretado en más de un sentido.
Enderezado el rumbo, la señora se deshizo en amorosas comparaciones entre el castrismo y el chavismo, acotando que “en Venezuela apenas tenemos diez años de cambios estructurales”, y otras perlas de la adulona retórica de los continuismos totalitarios.
Por más baba que destilara la Doña para edulcorar el lóbrego destino de los juristas amaestrados, nada puede desvirtuar la pertinencia de sus palabras iniciales, razón más que suficiente para decirle desde mi arresto domiciliar: “bravo por Estella”.
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