“El respeto a la libertad y al derecho ajenos, aún del ente más infeliz,
es mi fanatismo: si muero, o me matan, será por eso”. (3, 166)
“Patria es eso, equidad, respeto de todas las opiniones y consuelo
al triste”. (21, 370)
“No hay perdón para los actos de odio.
El puñal que se clava en nombre de la libertad, se clava en el pecho
de la libertad”. (14, 494)
(José Martí)
Con palabras de Martí se debía quemar la soberbia cobarde del tirano; con palabras y manos de juntar, para sacar de la sombra el Amor Patrio, y detener la cólera sanguínea a favor de los que oprimen.
Somos un pueblo secuestrado por un poder que agoniza en su histeria miserable. Entristece, como pesar de Madre Buena, el espectáculo de ver cómo se echan unos hijos sobre otros por obediencia insensata a un poder envejecido que trata de menguar su magna culpa, forzando con amenazas y chantaje el compromiso punible de un pueblo lastimado y abatido.
Las Damas de Blanco, esas Banderas de Luz preñadas de flores y palomas, que salen a la calle a parir la libertad prohibida; esas Damas de Honor que cantan a la paz desde la heroica firmeza de sus justos reclamos; que van sembrando de caminos la Cuba prisionera y enlutada, ¡Esas mujeres!, han levantado a la nación de sus rodillas; porque con el corazón iluminado de razones, sin odios y sin ira que lo manchen, esas Damas respetables y sensibles, ¡llevan en sí el decoro de muchos hombres!.
Por eso, los tiranos –cargados de vileza cotidiana- , prófugos insolentes de la razón y la decencia que veneran la calumnia y la emboscada, además de insultarlas y agredirlas, ahora las confinan al arresto domiciliario y esclavizan su libertad de movimiento.
Porque ya no se trata de ellas solamente, sino de la reacción impredecible de un pueblo traicionado que ya no tiene compromiso con las promesas que nunca se cumplieron.
Ahora, la represión va también contra los propios ciudadanos de quienes esperan su complicidad incondicional con la deshonra, la impunidad y el crimen.
Porque un pánico estremece a los verdugos; un peligro mayor amenaza su poder solitario: ¡El Pueblo puede contagiarse con la Esperanza, puede “enfermar” de ganas de ser LIBRE!, y entonces se hará firme la sentencia.
Y los viejos fariseos del delirio, atormentados por la virtud de nuestros muertos y la pureza del Blanco y el Gladiolo entrarán –degradados y sombríos-, ¡Para siempre!, en las tinieblas de la historia.
Por Ernesto Aquino Montes/Hablemos Press.
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