jueves, 19 de enero de 2012

Muertes por derrumbes no son accidentales sino homicidios


Por Jaime Leygonier/ Hablemos Press.
La Habana.- El 18 de enero el noticiero televisivo cubano informó del derrumbe ocurrido en la noche del 17 en las calles Infanta y Salud, "lamentable accidente" que costó tres vidas, dijo el locutor. Pero abandonar a su suerte a edificios y familias no es accidente sino decisión gubernamental.
Según investigó el director de C.I. Hablemos Press, Roberto de J. Guerra, fueron cuatro y no tres las víctimas.
El hecho es que el abandono estatal del edificio es la causa de estas muertes.
En la manzana vecina aguarda su turno para caer matando un gran edificio semi-derrumbado, en cuyo techo crece hasta un frondoso árbol.
Construcción de principios del siglo XX que abarca casi toda la manzana de Infanta entre Zapata y Salud, desde hace años es sólo fachada, que muestra ruinosa a Infanta, y una o dos habitaciones que cuelgan milagrosamente atrás.
Semeja los decorados de pueblos de las películas del Oeste, fachada, mientras por detrás parece un panal de abejas destruido por derrumbes de hace años.
En el 2010 tomé testimonio fotográfico de aquel gran peligro.
En esas ruinas de anterior civilización superior habitan seres humanos que como miles de cubanos prefieren arriesgarse a morir antes de vivir en los refugios insalubres que el Estado fabrica en rincones de su capital para ocultar al número en aumento de quienes pierden su techo.
No ya los huracanes, cada aguacero que infiltra las grietas de los edificios, cada viento fuerte, ocasiona peligro de derrumbe en un porciento creciente de los edificios de La Habana, ciudad que aun desplomándose muestra ser un joyero de arquitectura.
El Gobierno -que incumplió por 50 años sus deberes como casero- desde los años 70 anuncia esporádicamente que dará facilidades de reparación, recién anunció créditos para que le compren materiales; pero carece de economía para solucionar el problema que creó.
Ni casualidad, ni accidente, que La Habana parezca Londres bombardeado y de cuando en vez perezcan aplastadas sus familias -sin más guerra ni bombas contra el pueblo que la voluntad de una camarilla que abolió las leyes económicas- es homicidio.

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